24 septiembre 2008

Discurso con motivo de la celebración de Nuestra Señora de la Merced en el Centro Penitenciario Castellón I en 2008

Permitidme, antes de iniciar esta intervención, manifestar la más absoluta repulsa del Gobierno al fanatismo criminal de quienes quieren quebrar nuestra democracia a través de la violencia. Luis Conde fue asesinado el pasado domingo por la tiranía de la sinrazón etarra. Por él y por tantos como él, por sus familiares y amigos, por nuestra dignidad y nuestra libertad hemos de seguir trabajando con la fortaleza de la convicción para erradicar definitivamente el terror de nuestras vidas.

Un año más tengo la satisfacción de dirigirme a todos vosotros en el día de la Merced. De nuevo estamos aquí para celebrar el día de la patrona de las Instituciones Penitenciarias.

Lo hacemos, este año, con novedades importantes. Olga, esta es tu primera Merced como directora de este Centro. Hace poco más de tres meses te pusiste al frente de un magnífico equipo humano y profesional, del que tú misma has formado parte durante muchos años. Sé que este es el reconocimiento a una trayectoria profesional ejemplar; y tengo el convencimiento de que sabrás trasladar tu buen juicio y tu capacidad a toda la organización que diriges.

Sustituyes a un excelente compañero y a un hombre que durante años supo imprimir en este centro su vocación de servicio público y su buen hacer. Querido Antonio, gracias por todo cuanto nos has dado y ánimo para continuar con el mismo nivel de exigencia y dedicación en tu nuevo destino.

Esta es la primera Merced también del nuevo Centro Penitenciario Castellón II. Ana, bienvenida a esta tierra. Has asumido el encargo de poner en funcionamiento una penitenciaría modélica y de dirigir un equipo de más de 500 hombres y mujeres dispuestos a trabajar para que así sea. Pese a tu juventud tienes ya un largo recorrido profesional en el sistema penitenciario español. Los centros de Melilla y Topas, en Salamanca, conocen ya de tu capacidad para ahormar equipos e impulsar estrategias que favorezcan el adecuado funcionamiento del sistema. Sabéis, Olga y Ana, que el Gobierno tiene plena confianza en vosotras para llevar adelante vuestra encomiable tarea. No tengo ninguna duda de que nuestra sociedad es mejor si nuestras prisiones son mejores. Por eso os deseo lo mejor; vuestro éxito profesional será el de todos nosotros.

Hace casi 800 años, el 10 de agosto de 1218 Pedro Nolasco, gracias al apoyo y el impulso del rey Jaume I, fundó en Barcelona la Orden de los Mercedarios. Inicialmente encaminada al rescate y cuidado de los cristianos cautivos, a lo largo de los siglos fue derivando en la atención a las necesidades más acuciantes de los presos. Esa progresión se ha ido acelerando en los últimos tiempos.

Fijaos, hace ya dos siglos, en 1812, nuestra primera Constitución determinaba que: “Se dispondrán las cárceles de manera que sirvan para asegurar y no para molestar a los presos: así el alcaide tendrá a éstos en buena custodia y separados los que el juez mande tener sin comunicación; pero nunca en calabozos subterráneos ni malsanos”.

166 años después, la Constitución de 1978, en su artículo 25, establecía que: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados.”

Ese recorrido ha estado surcado por el compromiso de hombres y mujeres clarividentes, como Concepción Arenal, Rafael Salillas, Jiménez de Asúa o Victoria Kent, que tuvieron el arrojo de romper prejuicios y promover cambios revolucionarios que han permitido a lo largo del tiempo mejorar nuestro sistema penitenciario.

A menudo, en el debate público, se cuestiona la progresión humanitaria y dignificadora de nuestro régimen de cumplimiento penal. Frente a ello tenemos la obligación de explicar a la sociedad que ese proceso es fruto de décadas de experiencias y reflexiones que nos mostraron la línea a seguir, a pesar de las dificultades. Un caso paradigmático es la implantación experimental en 1889, en la prisión de Ceuta, del método de clasificación de reclusos de Walter Crofton. Establecía como medida para la reeducación de los internos cuatro grados: celular, instructivo, intermedio y de circulación libre o libertad condicional. Las críticas fueron furibundas. Años después, en 1901, se extendía el método Crofton a todas las prisiones españolas, y aún hoy perdura actualizado. Hemos de seguir trabajando para mejorar nuestro sistema penitenciario, aprovechando la experiencia vivida y las posibilidades que nos ofrecen las tecnologías actuales y explicando a la sociedad cómo lo hacemos.

Ese movimiento permanente en busca de mayor eficacia y más dignidad lo protagonizáis a diario los funcionarios y las funcionarias de este centro. Gracias a vosotros se han puesto en marcha multitud de programas rehabilitadores. A lo largo de este año habéis organizado dos semanas culturales en torno al desarrollo sostenible y la multiculturalidad; habéis promovido programas de fomento de la lectura, talleres formativo-ocupacionales, y salidas programadas, entre ellas el peregrinaje por el Camino de Santiago; se han impulsado campañas con internos drogodependientes, con condenados por delitos de género y agresión sexual, programas de desarrollo personal con mujeres e internos extranjeros, de formación para el empleo, etc.

Todas estas iniciativas serían inviables sin la generosidad y el compromiso de las entidades, instituciones y empresas que colaboran con los fines sociales que nuestra institución persigue. Quiero aquí manifestar mi agradecimiento y el del Gobierno de España a las empresas TAU Cerámica, Stratos, Onix, Vidrepur y Estampaciones Metálicas que mantienen abiertos talleres productivos dentro de la prisión dando trabajo a más de 80 internos, y a las asociaciones PATIM, Proyecto Amigó, RETO, ARACA, a las UCAs de Castellón y provincia, Cruz Roja, Tots Units, Fundación “La Caixa”, Grupo Ávacos, Instituto Inter y Pastoral Penitenciaria sin cuya ayuda sería imposible desarrollar los programas terapéuticos que acabamos de nombrar.

Decía Miguel Hernández, desde su presido en Alicante, que “cada ciudad dormida exhala un silencio de cárcel”. Yo no creo en las cárceles silenciosas. Las creo vívidas, sentidas, intensas. Son parte de la sociedad y nada de ella les es ajeno. Como una escuela o un hospital. Y así hemos de entenderlas. Gracias, una vez más, a las personas y organizaciones que nos ayudáis a que quienes aquí están justamente privados de libertad no pierdan su dignidad.

Mercedes Gallizo, secretaria general de Instituciones Penitenciarias, ha dicho que: “El estado ha encomendado a esta institución una tarea extraordinariamente importante para la seguridad del país: custodiar a las personas que los jueces han decidido que deben pasar un tiempo privadas de libertad y proteger a la sociedad del riesgo que pueden representar para la libertad de los demás, y también ayudar a que el tiempo que permanecen en nuestra institución les sirva para reincorporarse a la sociedad como personas insertadas. Somos servidores del estado y por eso nos acompaña un plus de responsabilidad que asumimos con orgullo, pero que también queremos que sea reconocido.”

Este ha de ser un acto público de reconocimiento sincero a vuestro trabajo. En los próximos meses, cuando se complete el catálogo de Castellón II, seréis casi 800 los funcionarios y funcionarias que prestaréis vuestro servicio público penitenciario en nuestra provincia. A todos y a todas, cualesquieran que sean los destinos que ocupáis, mi más sentida admiración. Os necesitamos; vuestro trabajo es imprescindible para que esta sociedad avance en pos de la justicia, la libertad y la seguridad para todos.

Marco Antonio, Antonio, Salvador, Juan Antonio en vosotros personalizamos hoy ese reconocimiento. Gracias, muchas gracias. Representáis como nadie los valores de vocación y compromiso en los que creemos los servidores públicos. Enhorabuena por vuestros 25 años de servicio.

Muchas gracias